‘Cosas que hacen BUM’, de Kiko Amat: un bomabazo de insolencia juvenil
Idolatrar a alguien nunca es buena idea. En este artículo, sin embargo, pretendo expresar mi saludable admiración hacia un autor contemporáneo. Kiko Amat se salió, en mi opinión, con su segunda novela publicada: Cosas que hacen BUM. A ver si puedo convenceros, apelando a vuestra paciencia, de que este libro se trata de un auténtico bombazo de insolencia juvenil.
Para empezar, os advierto de que en este artículo voy a hacerle mucho la pelota a Kiko Amat. Por política personal, siempre escribo acerca de aquello que me gusta. En el mundo hay demasiadas cosas que me parecen cojonudas como para perder el tiempo hablando de otras que no me agradan.
«Pero ¿y la actualidad, Sergio?», me preguntaréis, «¿Y la importancia de documentar aquello que es relevante en un momento dado?». Ah, es aquí donde se me ven las costuras. Porque, veréis: yo no soy periodista. Es más, ni siquiera soy filólogo (no del todo). Lo único que soy, ahora que lo pienso, es usuario premium del Papa John’s. Pero la gente furiosa es enrollada y me permite desarrollar mi torpe técnica como articulista (y tolera mis sonrojantes peleas con la informática).
Pues bien, si os parece que en mi artículo sobre Las Giganteas ponía a Umbral por las nubes, esperad a ver lo que hago con Amat. Porque es que, aunque lo admire mucho como escritor, yo no quiero parecerme en lo más mínimo a Paco Umbral. Sin embargo, podéis apostar lo que queráis a que me encantaría ser como Kiko Amat.
Kiko Amat: literato de extrarradio
Nacido en Sant Boi del Llobregat, en 1971, Amat ha publicado cinco novelas y tres libros de no-ficción. Además, colabora como columnista en El País y El Periódico de Catalunya. Del mismo modo, escribe regularmente en su blog Bendito Atraso, dejando reseñas literarias, entrevistas, y recomendaciones de música y demás morralla pop. Y también ejerce como disc-jockey, de vez en cuando. Ahí es nada.
Como autor, Amat se formó en las calles del extrarradio barcelonés, observándolas, imagino, con la intensidad de quien sabe (o se figura) que va a reflejarlas algún día por escrito. También leyendo mucho, muchísimo; e hincando codos, claro (que esto requiere mucha constancia y sacrificio, pasarse días enteros en pijama delante del ordenador en casa, y etc.).
Sus novelas tienen un claro matiz político, sin caer en lo demagogo. En ellas describe escenarios obreros y los pequeños dramas cotidianos que en ellos se gestan, desde la nostalgia y el cariño, pero sin asignarles una épica innecesaria. De ahí que sus personajes resulten tan realistas y cercanos en todas sus facetas: las entrañables, las profanas, e incluso las patéticas.
Pese a no desdeñar del oficio que uno ha de adquirir si pretende ponerse a escribir, Amat reniega abiertamente de lo académico. No concibe la literatura como una posesión elitista, ni como un instrumento de segregación. Como él mismo ha expresado, prefiere a “un escritor impreciso y con herramientas rudimentarias, pero lleno de rabia y energía, que a uno de técnica perfecta, pero cuyas vivencias no dicen nada”.
Amat posee, además, una virtud que considero fundamental en la literatura y en la vida en general: la de tomarse muy en serio su trabajo, pero no tanto a sí mismo. En público se muestra amable y cercano, y utiliza ese mismo tono tragicómico con el que se expresa por escrito, a medio camino entre soltar una lagrimilla y echarse a reír.
Este artículo va (además de lamer un culo) de la primera novela de Kiko Amat que cayó en mis manos. Fue hace tres o cuatro años y, cuando la leí, resulta apropiado decir que me produjo una explosión, con onomatopeya gigante y todo, como en los cómics.
¡BUM!
Cosas que hacen BUM: dinamita impresa
Cosas que hacen BUM es una novela punk. Y lo digo como un piropo.
Por la personalidad de su protagonista, su temática, y sus múltiples referencias culturales, me gusta decir que se trata de mi novela favorita de cuando vuelva a tener veinte años.
Me explico: al leer Cosas que hacen BUM yo ya rondaba la treintena y, aunque me flipó, lamenté no haberlo hecho una década antes. No es que pierda un ápice de su valor tiempo después. Pero si la hubiese leído en el césped de la Autónoma de Madrid (cuando arrastraba asignaturas de 1º, 2º y 3º de la carrera, y tan solo me molestaba por prepararme el temario de literatura) me hubiese tatuado el título en el brazo, al lado de la huella de mi primer perrito, Tibs. Otro día os hablo de Tibs.
Pànic Orfila es un chaval de instituto que vuelve a su Sant Boi natal después de haber estado viviendo con sus padres en Londres. Pànic es tímido, introvertido, y extremadamente curioso. Sus fijaciones van desde las cajas de Joseph Cornell al satanismo onanista de Aleister Crowley, pasando por la música soul.
Pànic es, también, un romántico empedernido y un kamikaze emocional. Desde que leyó a André Bretón, se pasa la vida buscando a su mujer ideal, “de cabellera de incendio de madera forestal” y ”de ojos de agua para beber en prisión”.
En estas que se marcha a Barcelona, a empezar la universidad (como en esa canción de “Oasis”, “panic is on the way”). Ahí no mengua su insatisfacción vital, ni sus inquietudes, más bien todo lo contrario. Los días se suceden formando una tediosa escala de grises hasta que cambia su suerte y conoce a los Vorticistas.
Una bomba de canción
Johnny Cactus, Arturo Grima, Marco Cara y Elvira (a secas) forman una extraña cuadrilla anarquista que merodea por el barrio de Gràcia, obsesionada con “El Único y su Propiedad”, de Max Stirner, y el speed. A Pànic le fascinan, sobre todo Elvira, una chica pelirroja, bajita y flaca, compuesta a partes iguales de bondad y mala leche (a la que yo me imagino un poco como Kim Shattuck, de “The Muffs”, con una falda de cuadros escoceses y unas botas militares, no sé por qué).
Los Vorticistas constituyen un grupo cerrado, hermético, al margen de la sociedad. Pànic pone todo su empeño en mostrarse digno de formar parte de su pequeña e irreverente cofradía. Cuando lo consigue, se ve envuelto en un plan vandálico que promete ser de aúpa, un arriesgado acto de reivindicación social que apunta a poner la ciudad patas arriba. De qué se trata exactamente, y qué papel desempeñará Pànic en él, constituyen el grueso de la trama de la novela.
A la vez, su protagonista tendrá que lidiar con los quebraderos de cabeza propios de su edad: familiares, amorosos, académicos, y demás. Y todo ello a ritmo de su canción favorita, la cual escucha de forma compulsiva: Bernadette, de la Motown, y cuyos ecos resuenan por casi cada capítulo del libro, como la celebración de un amor ideal o el presagio de un desastre inminente.
Bernadette,
you’re the soul of me,
more than a dream, you’re a plan to me.
And Bernadette, you mean more to me,
Than a woman was ever meant to be.
Four Tops
Entre escombros
Cosas que hacen BUM fue publicada por la editorial Anagrama, al igual que las otras cuatro novelas de Kiko Amat (El día que me vaya no se lo diré a nadie, Rompepistas, Eres el mejor, Cienfuegos, y Antes del huracán, las cuales no puedo dejar de recomendar).
La sexta está a punto de salir (o de explotar, más bien). El 27 de enero podremos disfrutar de Revancha, tal y como anunció la propia editorial Anagrama en el siguiente enlace de Twitter:
Junto a Revancha, además, se reeditará por cuarta vez Rompepistas, esta vez en la colección Compactos.
Kiko Amat no se deja ver por las redes sociales (y bien que hace). Sin embargo, se le puede seguir el rastro a través de la cuenta de Instagram 100patadas, que gestiona su amigo Benja, con el cual colabora en el podcast Psycholand.
Y por el momento creo que ya está bien de hacerte la rosca, ¿no, Kiko?
Es broma. Nunca cambies. Eres la bomba.