‘Man on High Heels’, la película coreana en la que se basó ‘Emilia Pérez’
Man on High Heels es una película coreana de 2014 que tiene mucho que ver con Emilia Pérez, te explicamos en qué se parecen y cuáles son sus diferencias.
Emilia Pérez, la sorpresa de 2024
Emilia Pérez se ha llevado 4 premios en los últimos Globos de Oro y aspira a arrasar en los próximos Premios Oscar. La nueva película de Jacques Audiard ha sorprendido a los fans del cineasta galo conocido por cintas como El profeta, De óxido y hueso o The Sisters Brothers. Audiard es uno de los mejores directores del país vecino, y, por si su filmografía previa no hablara por sí sola, Emilia Pérez lo ha vuelto a corroborar.
La película nos cuenta la historia de un sanguinario narco mexicano que realmente es una mujer y decide abrazar su identidad. Para ello necesita la ayuda de la abogada que interpreta una maravillosa Zoe Saldaña en su mejor trabajo hasta la fecha. La película mezcla la dureza del ambiente narco de su protagonista con las consecuencias de sus acciones. También vemos cómo Emilia Pérez lucha e intenta superar los conflictos físicos, sociales y emocionales que sufre una persona en su situación.
Además, todo eso se nos muestra en clave de un particular musical que, a diferencia de Joker: Folie à Deux, no ha ahuyentado a los espectadores del cine. Sin duda, Emilia Pérez es una auténtica bomba que sorprende y entusiasma a propios y extraños.
Sin embargo, ¿es realmente tan original la película de Audiard como se nos quiere hacer creer? Las y los que hayan visto la genial Man on High Heels saben que no es tan así…
Man on High Heels, la venganza coreana se pone tacones
En 2014, justo diez años antes de Emilia Pérez, el director surcoreano Jang Jin, realizó una película, que, si bien su explosivo comienzo nos podría recordar a A Bittersweat life, el desarrollo de la historia nos demuestra que estamos ante una de las películas de venganza más originales de Corea.
Man on High Heels nos cuenta la historia de Ji-wook, un sanguinario y cruel detective que parece más un sicario, por su vestuario y su salvaje forma de asesinar a los mafiosos de la ciudad, que un defensor de la ley. En el cuerpo policial le respetan y temen, y los criminales tienen pesadillas con él. Bueno, pesadillas y… admiración. Los que han sobrevivido a un encuentro con él lo cuentan con orgullo y cierta nostalgia, e incluso uno de los capos de la ciudad piensa en él como un ídolo, como el mejor ejemplo de la masculinidad posible.
Vamos, que Ji-wook es algo así como un John Wick coreano. Pero la película, aunque mantenga una estructura de cine de acción y venganza, nos sorprende al profundizar en su personaje protagonista y descubrir que su mayor lucha la sufre de forma interna. Ji-wook se bate entre aceptar su identidad y mantener su trabajo y/o leyenda.
Ji-wook es una mujer que busca a quién pueda ayudarla en su transición. También veremos como otras mujeres trans con orígenes parecidos al suyo le aconsejan sobre su situación, y cómo, día a día, su fuerza en mostrarse así cómo se siente e identifica se hace más y más fuerte.
Man on High Heels y Emilia Pérez, la lucha por la identidad
Como habéis visto, ambas películas tienen varios puntos en común: lo violento y estereotipado de su masculinidad de origen; la búsqueda de ayuda a la hora de aceptar su identidad; mostrar cómo el entorno puede condicionar la decisión de ser fiel a tu género; jugar con el modelo de cine en el que se enmarca la película; utilizar la música y fotografía como dos elementos claves para sus historias (tanto la música, como la foto de Man on High Heels son una delicia), la sororidad femenina que muestra el entorno de los protagonistas, etc.
Ambas películas ponen luz a una problemática cultural y social que aún en Corea sigue siendo muy fuerte. Mientras que en occidente se lucha por dar visibilidad al colectivo transexual, en el país asiático la diversidad sexual y LGTBIQ+ sigue siendo un tema social complejo con muchos derechos que conquistar.
A diferencia de Emilia Pérez, protagonizada por la genial Karla Sofía Gascón, Man on High Heels no cuenta con actrices trans en su equipo. Quizá se debe a que la película se realizó hace 10 años y a que, como decía, en Corea las cuestiones de género aún no se tratan de frente. En ese país todavía no existe el matrimonio homosexual, y, por las posibles consecuencias laborales y sociales, cuesta que muchas personas sean sinceros/as sobre su identidad sexual.
Man on High Heels se adentra más en la psicología y problemática de un personaje con dudas identitarias y las dificultades de conseguir sus objetivos en una sociedad arraigada en antiguos y tradicionales estereotipos de género. Emilia Pérez, en cambio,pone el foco en la vida después de dar el paso de aceptar quién eres. En ese sentido ambas películas podrían funcionar de forma complementaria.
Otra mirada a la violencia masculina
Man on High Heels es una excelente película de acción y venganza coreana, visualmente impecable y valiente en su propuesta. Un film adelantado a su tiempo al tratar un tema tan estigmatizado en su país y abordar con sensibilidad y profundidad la cuestión de género del protagonista, lo que la convierte en una película diferente, novedosa y reivindicativa. Un hito para un tipo de cine en el que directores como Park Chan-Wook, Kim Jee-woon o Bong Joon-Ho parecían haberlo contado todo.
Pero Emilia Pérez da un paso más allá. Su director se atreve a trabajar en un idioma diferente al suyo y su protagonista es una excelente actriz. Audiard consigue darle sentido a una extraña película musical LGTBIQ+, mezcla de cine fronterizo y drama social que da visibilidad al colectivo trans de forma potente y directa.
Sí, Emilia Pérez posiblemente sea mejor película que Man on High Heels, pero vale la pena recordar las obras que fueron allanando un camino cada vez menos pedregoso.
Una pena que las películas que hacen más ruido sobre estos temas sean las que colocan contrapuntos tan extremos como el ser narco o un detective/sicario antes de aceptar tu género. Otras películas como 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola, o La Mitad de Ana, de Marta Nieto, normalizan y visibilizan de forma más eficaz (y sin sangre, puñaladas o puñetazos) una realidad que siempre ha estado ahí.