‘Priscilla’, de Sofia Coppola: en busca de una vida propia
Priscilla Presley tan solo quería vivir su propia vida. Tomar sus propias decisiones. Equivocarse, quizá, pero mientras andaba su propio camino, sin que nadie agarrara su mano al andar. Sin que la manejaran como a una marioneta. Priscilla no quería ni necesitaba la tutela de un padre o de un marido. Su vida debía pertenecerle solo a ella. Y, finalmente, así fue.
La excelente directora Sofia Coppola estrena el biopic sobre la eterna pareja del rey del rock con un simple, pero contundente título: Priscilla. Después de su estreno el pasado mes de septiembre en el Festival Internacional de Cine de Venecia, la película llega a las salas en un día señalado: el 14 de febrero. ¿Tendrá esta fecha una doble lectura? ¿Estamos viendo biopics por encima de nuestras posibilidades? Bueno, ese es otro tema… Ahora toca hablar de Priscilla. Te contamos qué nos ha parecido el último largometraje de Coppola.
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Priscilla: cómo huir antes del eclipse total
Un eclipse es un fenómeno en el que la luz procedente de un cuerpo celeste es bloqueada por otro cuerpo eclipsante. Tal y como vemos en la película de Sofia Coppola, cuando Priscilla Beaulieu (Cailee Spaeny) y Elvis Presley (Jacob Elordi) se conocieron, dos cuerpos celestes entraron en confrontación directa. Posiblemente, hasta el propio universo supiera de alguna manera que aquello no podía salir bien ¿O sí?
Por aquel entonces, Elvis Presley, con 24 años, era ya todo un ídolo de masas. El mundo se rindió al talento incuestionable de aquel chico blanco de Memphis que cantaba y se movía como nadie. Agotaba todas las copias de discos, llenaba recintos inmensos y conseguía que el público entrase en una especie de trance al ritmo de un estilo de música que resultaba tan nuevo como excitante. Un “estilo Elvis” que bebía de géneros afroamericanos como el blues, el ragtime, el góspel o el soul. Aquel chico blanco con alma negra desprendía una luz tan cegadora que era capaz de eclipsar a cualquiera que estuviera a su lado. Priscilla se marcho antes del eclipse total.
La vida soñada
Priscilla era tan solo una niña que empezaba a vivir lejos de los algodones del hogar de la infancia. A sus 14 años se enamoró locamente de Elvis, dejó atrás todo lo que había conocido hasta el momento y se adentró en una vida que, pronto se daría cuenta, no le pertenecía. En Graceland todo eran comodidades, pero también grandes soledades y ausencias. Corría el año 1959, y por loco que ahora nos pueda parecer, la diferencia de edad entre ambos no suponía un obstáculo para la relación. Los problemas vinieron por otros derroteros.
Los días de Priscilla en Graceland se reducían a cumplir con los deseos cambiantes de un Elvis que basculaba entre un ser cariñoso y un ególatra sin remedio. Debía estar a la altura de las expectativas que la gran estrella del rock había puesto sobre ella.
Aguardaba en casa para responder a sus llamadas desde rodajes a cientos de kilómetros; escudriñaba las portadas de las revistas del corazón en las que Elvis compartía supuestos (o no tan supuestos) romances con estrellas del celuloide, y se vestía y peinaba como a él le gustaba. Todo a su imagen y semejanza. Siempre perfecta, siempre dispuesta, siempre esperando el momento preciso, sin molestar a deshoras, sin salirse del tiesto. Era la elegida entre millones de chicas. ¿Cómo no sentirse alagada?
Una habitación propia al estilo Woolf para vivir su vida
Después de un intenso romance y un breve matrimonio, la felicidad de la pareja se esfumó. El carácter explosivo de Elvis y sus adicciones llenaron de grandes sombras la relación. De hecho, la película de Sofía Coppola muestra varios episodios de violencia y maltrato de Elvis hacia Priscilla; algunos de ellos también presenciados por personas del staff de la estrella. Todas estas vivencias están recogidas en las memorias que Priscilla Presley publicó en 1985 bajo el título Elvis and Me y en las que está basada la película de Coppola.
En cualquier caso, la historia que nos muestra la cineasta, más allá de lo que pudo ser la vida real de la pareja, es una oda a la emancipación e independencia de la mujer. Más que un biopic sobre la consorte de Presley, Priscilla es un alegato feminista en favor de la necesaria habitación propia que Virginia Woolf reclamaba para todas las mujeres.
Priscilla superó las limitaciones impuestas a su sexo para convertirse en una mujer libre en busca de una vida propia. La escena final de la película es una interesante representación de esta idea.
Priscilla se estrena el 14 de febrero
La nueva película de Sofia Coppola sigue la estela de calidad de su cine. No defrauda, aunque tampoco encanta. No se acerca, ni de lejos, a algunas de las joyas de su filmografía como Lost in Translation o Las vírgenes suicidas. Resulta en una película entretenida e interesante en su ejecución, pero bastante descafeinada. Esa es la realidad.
Como aspectos positivos de Priscilla, podemos destacar la cuidada fotografía de la película que consigue trasladarnos a la década de los sesenta americanos, así como la excelente construcción de personajes que hace Coppola para deleitarnos con dos protagonistas bien armados. Sin embargo, se nota que la película peca de cierto “control” por parte de Priscilla Presley, productora del filme, quien, parece ser, no ha quitado el ojo de encima a Coppola para contar la historia tal y como ella quería que fuera contada.
En cuanto a la historia, aunque pueda resultar en una visión ciertamente parcial, la obra de Coppola sirve de contrapunto al biopic Elvis (2022) de Baz Luhrmann, quien tampoco escatimó en detalles para mostrar la relación tóxica entre Elvis y Priscilla, así como el declive de la gran estrella del rock en Las Vegas, aspecto que en la cinta de Coppola pasa más desapercibido.
En cualquier caso, aunque esta no sea una película suprema, te animamos a verla y sacar tus propias conclusiones. Si bien no pasará a la historia del cine como una de las grandes obras de la directora, nos acerca a una verdad más lúcida sobre una de las más icónicas historias de amor de todos los tiempos.