‘La bella muerte’, de Mathieu Bablet: los insectos que llegaron del espacio y se apoderaron de la Tierra
Mathieu Bablet, autor francés reconocido dentro del cómic actual, ha sido traído aquí por el sello Dibbuks de la editorial Malpaso. La obra que ha hecho sonar más su nombre es, sin duda, Shangri-la, encuadrada dentro de la mejor ciencia ficción, pero hoy hablaremos de La bella muerte.
Lo primero que tuvimos traducido de Bablet sin embargo fue la colección de historias Doggy Bags en la que participó, luego llegaría Shangri–la, pero su debut fue, allá por el 2011, fue con una obra que parece haber quedado un poco a la sombra de sus más recientes publicaciones: La bella muerte.
Bablet dibuja una ciencia ficción muy particular, con buena mano, donde la parte gráfica y la historia se acompañan de la mejor manera y La bella muerte es un juguetito maravilloso, de esos para leer más de una vez, no solo por el dibujo, que es de esos que te hacen pararte de verdad, si no por la sensación que genera en el lector, y que se queda ahí, en la cabeza, bien agarrada.
La Bella Muerte: Ciudades desoladas
Para que nos situemos un poco, nos encontramos en un mundo postapocalíptico donde los insectoides, aparentemente venidos del espacio, han tomado la tierra y están haciendo con ella lo que quieren. En este escenario catastrófico donde ya no queda nada comienzan la historia. Una ciudad desolada, las ruinas de la que fue, y sin apenas rastro humano.
El prólogo de la historia ya es una cosa delicada, suave, contundente y que expresa muy bien el tono que va a llevar todo el relato. Un inicio que bien podría funcionar como un cuentecillo independiente y aislado sin perder el potencial que tiene ni la fuerza con la que transmite, o casi como un poema en dos niveles, visual y textual.
Toda esta primera parte es un despliegue visual de la destrucción, de un mundo que es el cadáver del que conocemos. Y todo ello a través de la mirada de un único superviviente que, entre el merodeo callejero, va narrando con una voz que resuena en off su situación: que es el último hombre en la tierra. Un monólogo interno muy lírico también cuando se superpone a las imágenes que queda como un eco en la cabeza del lector durante toda la obra y que luego se vinculará con el resto de la trama.
El apartado gráfico juega un papel fundamental, los tonos casi pasteles al principio, tendiendo también a esa suavidad, pero sin dejar de ser fríos, en la ciudad destruida tan bien hecha. Tonos que se van caldeando hacia las últimas páginas, subiendo la intensidad de la historia, aunque siempre moviéndose en la misma gama.
La sensación de soledad y abandono es aplastante, y todo contribuye a ello, como esa atmósfera de atardecer continuo, de estar entre luz tenue y sombra, de los videos de música lo-fi, la pausa, el silencio del vacío y lo pacífico en medio del caos que está tan bien conseguido. Es absorbente.
Hacia la bella muerte de lo humano
Pero la sensación de calma y medio melancólica en este infinito de vacío desaparece de un plumazo. El prólogo da paso a la trama principal cuando aparecen los protagonistas, que de una destruyen esa sensación que nos ha generado el inicio, pero que luego se retoma a lo largo de la historia.
Tres protagonistas, tres supervivientes, que malviven entre los restos de lo humano, donde los insectoides poco a poco han tomado el poder. Los bichos se van dejando ver, muy de a poquito. Primero son una sombra, luego insectos pequeños, pero no tanto, y entre esta tensión se mueve con el sigilo y la destrucción buscando un rastro de humanidad más allá de ellos hasta llegar por fin a la implosión final, donde todo es mucho más rojo, candente, intenso, pero sin abandonar esa atmósfera melancólica, de tranquilidad, de resignación, subrayado por la belleza de los escenarios.
Todo esto siempre salpicado por los planteamientos filosóficos existenciales, el propósito de cada uno, el sentido de qué, el destino de lo que hemos sido. Qué quiere uno y cómo conseguirlo, cómo se salva la poca humanidad que queda, cómo se salva la vida y para qué. Preguntas de siempre, que normalmente se esconde en un segundo plano, y que salen a flote con esta puesta en escena.
Se puede contar la historia de cucarachas gigantescas de una forma tan bonita como esta. Un relato que puede reducirse a la simpleza de los bichos invasores, pero qué bien contado. Aunque la bella muerte lo es o no, depende de para quién.