‘Cuando la oscuridad nos ama’, de Elizabeth Ensgtrom: ¿en qué nos convertimos cuando nadie nos ve?
Libre de todo constructo social, en medio de la nada, y con la necesidad instintiva de la supervivencia, ¿hacia dónde nos dirigiríamos? ¿Qué nos hace la oscuridad cuando se nos mete dentro y no hay nadie más ahí para controlarla? Esa es la cuestión que ocupa Cuando la oscuridad nos ama, la historia de Elizabeth Engstrom, publicada en La Biblioteca de Carfax. El volumen en sí incluye dos novelas cortas de la autora pero en este caso vamos a centrarnos en la primera de ella y que da nombre al libro.
Ahora que apenas acabamos de pasar la época supuestamente más terrorífica del año, y que tan conocidos tenemos ya a autores Lovecraft, Poe, o Stephen King, -qué está en todas partes últimamente- no está de más echar una mirada más allá del territorio conocido también en nombre del terror, pues de sobra es sabido -y repetido hasta la saciedad-, que el mayor terror viene siempre de lo desconocido.
Cuando la oscuridad nos ama: hacia el corazón de las tinieblas
Cuando la oscuridad nos ama ya es lo suficientemente sugerente desde el titulo como para situarnos a las puertas de un camino que se prevé cuanto menos curioso. Las sombras del terror aparecen ahí de fondo. Y la historia hace justicia al título la verdad.
Una página apenas es suficiente para que Elizabeth Ensgtrom nos tire a un pozo. Literal y figuradamente. Sally Ann, una pobre criatura casi adolescente todavía, recién casa y adoradora de esa vida que está por vivir y el nuevo marido que la acompaña, henchida de vida como dice, cuqui, happy, adorable, acaba, desgracia para ella, casi en las mismas las tinieblas. Por curiosidad se mete en un pozo en el que queda atrapada y claro, la oscuridad, a veces, nos ama tan desesperadamente que es imposible rechazarla.
Sin tener forma de salir de ahí, lo único que puede hacer es tratar de sobrevivir en unas circunstancias que no se lo van a poner nada fácil y en la total y absoluta oscuridad. Con la pérdida de la vista y guiándose únicamente por tactos, olores, ruidos, un ambiente que reúne todos los horrores posibles, intenta apañarse como medianamente puede agarrada a la esperanza de que su familia y su enamorado la están buscando y esperando. El problema es que la oscuridad puede ser transformadora. El miedo tiene esa cosa de meterse en la cabeza de uno hasta la perturbación extrema y la dislocación de la realidad. ¿Qué va a ser de Sally Ann ahí dentro?
En definitiva, en qué nos convertimos cuando nadie nos ve, cuando nos sacan de la pomposa y suave sociedad controlada y todo es sombra y selva a nuestro alrededor de repente. Hasta qué punto existe y permanece esa cosa, tan eternamente cuestionada, que se supone que es la esencia humana.
Cuando la oscuridad nos ama: El monstruo que llevamos dentro
Cuando la oscuridad nos ama es para leer en un suspiro porque todo sucede a una velocidad vertiginosa. La atmosfera que consigue, la escritura rápida, la evolución y continuo enfrentamiento consigo misma por parte de Sally Ann y con el mundo circundante, nos arrastra irremediablemente hasta el final y lo cierto es que tiene una capacidad asombrosa para meternos en el misterio y casi la ansiedad por saber hacia dónde se dirige todo.
Pasamos de una Sally Ann víctima a una Sally Ann monstruo pero sin dejar de ser del todo víctima. De ahí llega el conflicto y el terror. Durante mucho tiempo sabes que Sally Ann solo está sufriendo las consecuencias de una desgracia terrorífica, una niña ahí encerrada durante un tiempo indefinido. Pero Sally Ann intuye, igual que nosotros, muy en el fondo de su corazón, aunque aún albergue aun esperanzas de que no sea así, que el terror no está en la oscuridad de los túneles que recorre, sino fuera.
¿Qué es lo que la espera fuera en el caso de que consiga salir? ¿La espera alguien? ¿Cuánto tiempo ha pasado realmente? ¿Y ella? Sally sale convertida exactamente ¿En qué? El cambio y el terror es efectivo aquí a diversos niveles, porque a esta situación de permanente incertidumbre en tantos aspectos se añade el tormentoso y angustioso camino hasta la superficie, donde, aparte, uno se cuestiona todo lo que lo rodea.
Pensemos, una realidad que conlleva la perdida de uno de los sentidos, la vista desaparecida, con ello la orientación, el miedo y la ansiedad sube a cotas inigualables. El tiempo que pasa hace que se desaparezca precisamente la percepción del tiempo y que, de repente, se encuentre con su amigo muerto en todos partes. ¿Hasta qué punto todo y todos los que la rodean son reales? ¿Qué es mentira y qué no lo es? La paranoia empieza a entrar en la escena.
La oscuridad de Elizabeth Ensgtrom nos ama
La angustia viene de muchos sitios a la vez, un ataque simultaneo de miedos diversos que sitúan a la protagonista en un estado de alerta permanente y que tiene como consecuencias la conversión de la niña en monstruo. Física y psicológicamente. La barbarie va cogiendo impulso. Hasta el hombre más correcto puede metamorfosearse en el mismo diablo.
A lo largo de la historia el miedo nunca desaparece porque lo desconocido va cambiando y por eso lo que nos asusta es diferente. Primero es el encierro en la oscuridad, luego es lo que se encuentra a la luz del sol. ¿Dónde están los monstruos y qué es lo verdaderamente terrorífico?
Con una escritura a veces ampulosa, a veces henchida como su protagonista, pero siempre ágil y en ascenso, Elizabeth Ensgtrom me recuerda a esos escritores que empiezan a escribir y que en el propio escrito se nota que hinchan el pecho por lo que están construyendo, sin embargo, esto no solo no entorpece la lectura sino que empuja al lector hace adelante, casi con ese ímpetu adolescente, para que se meta en el corazón de una noche muy larga.
Una noche de la que en principio se quiere huir de una forma desesperada, pero que, como pasa siempre con la oscuridad, una vez que se mete dentro, qué difícil es sacarla. O quizá es que siempre estuvo ahí y solo hace falta el ambiente adecuado para descubrir el peor de los amores.
Imagen de portada de Rafael Martín Coronel.