Atlántida Film Fest 2022: ‘Jusqu’ici tout va’ ¿reconocimiento o revolución?
Francesc Cuéllar, actor y también dramaturgo, deja atrás el telón teatral para desdoblarse delante y detrás de la cámara. Como director, guionista y protagonista de su película, debuta con Jusqu’ici tout va en la Sección Oficial del Atlántida Film Fest 2022. Una conversación entre actriz y director, que irá desvelando en su evolución aspectos para reflexionar sobre el arte y el reconocimiento social.
El actor y dramaturgo Francesc Cuéllar debuta con una película muy personal. El argumento central, una conversación donde la actriz le hace saber al director que no se desnudará ante la cámara. Detonante de un encuentro que se alargará durante toda la película, manteniendo un ritmo excelente para evitar la distracción de la audiencia. Diálogo tan cautivador como reflexivo que pone sobre la mesa una serie de cuestiones que, quizás, poca gente se ha atrevido a plantear.
“Esta es la historia de un hombre que cae de un piso 50. El tipo, según va cayendo, se repite sin cesar, para tranquilizarse: ‘Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien’” … Así comienza la película de Frances Cuéllar. Sobre un fondo negro, se lee un párrafo clave de la extraordinaria película El Odio (1995) de Mathie Kassovitz. Cinta que va a servir de referente cinematográfico a lo largo de todo el largometraje. “Hasta ahora todo va bien”. Pero, ¿qué ocurre cuando terminas de caer?
El simbolismo de esta formulación se va revelando conforme van pasando los minutos. Donde el cineasta reflexiona sobre la implicación, o no, de aquellos y aquellas cineastas que hacen cine transgresor. ¿Hasta qué punto es transgresor? ¿Realmente es una cuestión de crítica social o es una simple búsqueda de reconocimiento?
El reconocimiento social como aspecto clave de la identidad, ¿compatible con la revolución?
La transgresión del arte queda plasmada desde el inicio de la película. La primera secuencia que se observa en pantalla se esboza con colores llamativos y música tecno. Construyendo así una ambientación experimental y transgresora. En el título, incluso se sigue una línea muy similar a la del gran cineasta del extremismo francés Gaspar Noé. Con luces estroboscópicas y una combinación de tonos rojizos muy característica de su firma autoral. Guiño que bien podría hacer referencia al cine tan polémico y a la vez aclamado del director de películas como Irreversible (2002).
El cuestionamiento de si el arte debe ser coherente con la vida personal de quien la crea ha sido algo existente durante años. Recientemente también Mia Hansen-Love lo planteó en su exquisita película La Isla de Bergman (2022). Así como la nueva serie de Irma Vep (2022) de Olivier Assayas, donde también se esbozan críticas al cine muy relacionadas.
En el caso de la película española, el planteamiento va un poco más allá y pone sobre la mesa el concepto de reconocimiento social. Idea que está estrecha e inevitablemente vinculada con la identidad de cada persona. Tal y como argumentaba la teórica queer Judith Butler, la identidad – concretamente de género -, no existe previamente a la expresión de género. Sino que son los actos que llevamos a cabo dentro de un marco social y cultural concreto los que terminan definiendo dicha identidad. Algo que ella definió con el término performatividad. A esto, ella añadía que a través de esos mismos actos existía la posibilidad de subvertir lo establecido de forma normativa.
De este modo, Francesc Cuéllar sigue esta misma línea al plantear que para llevar a cabo una revolución hay que hacerlo de forma continua. Él mismo declaraba en una entrevista que la revolución no se puede hacer en los ratos libres, sino que hay que entregar la vida entera a ello. Sin miedo a que esos actos que nos definen, sean coartados por el miedo al reconocimiento social que se reciba.
Jusqu’ici tout va: cine dentro del cine, más cercano a la realidad que a la ficción
En el filme español la protagonista es Lola, interpretada de forma soberbia por la actriz Lola Marceli. El hecho de que la mujer que plantee la secuencia del desnudo sea de mediana edad ya es transgresor en cierto modo. No es ningún secreto que las mujeres que son figuras públicas han estado habitualmente juzgadas por su físico. Y tal y como decía Susan Sontag: “Mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen”.
Junto a ella, el director de la película es el propio Francesc (utilizando también el mismo nombre). La actriz y el cineasta parecen desdoblarse en pantalla, y simbólica e irónicamente, desnudarse ante la cámara. Una muestra del cine dentro del cine que, además, tiene tintes autobiográficos del propio director y sus ideas sobre el séptimo arte.
De hecho, las cuestiones de los desnudos en pantalla no son, ni muchísimo menos, de naturaleza ficcional. Polémicas como las relacionadas con los desnudos de la actriz Sydney Sweeney en Euphoria (HBO, 2019-) lo demuestran.
Sin embargo, lo enriquecedor de la película de Francesc se encuentra en el foco de atención. El cual no reside en la secuencia del desnudo como tal, sino en la honestidad y el derecho a decidir sobre el cuerpo de cada una. Porque, ¿qué sentido tendría presentar una película transgresora si tras las cámaras no se respeta el cuerpo de la actriz y sus decisiones sobre el mismo? La hipocresía de la industria cinematográfica es totalmente diseccionada. Poniendo en valor esa honestidad y coherencia con el arte que se lleva a cabo.
Una ópera prima de escenario único que merece la pena visionar
En tan solo una hora de metraje, el joven director y guionista traslada su vida teatral al audiovisual. Algo que se descubre a través del uso del escenario único. Con un diálogo, y monólogos del actor y actriz que son brillantes. Es complejo mantener la atención de la audiencia cuando no hay ningún cambio de escenario a lo largo de la trama. Cuando todo transcurre alrededor de la misma mesa, y con los mismos personajes. No obstante, Francesc Cuéllar Y Lola Marceli lo consiguen con éxito.
Esta fórmula, ha sido lleva a cabo en múltiples obras como Perfectos desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017) o Asamblea (Álex Montoya, 2019). Esta última, además, grabada en un contexto de pandemia que favoreció este tipo de rodajes. Sin embargo, estas se enfocan desde el género de la comedia. Otras como la estadounidense Mass (Fran Kranz, 2021), sí que siguen una línea más similar. Donde los personajes se sientan alrededor de una mesa para entablar una conversación tan conflictiva como reveladora.
En el caso de la película Jusqu’ici tout va se encuentra el aspecto genuino del tema abordado. Incluso con el uso de citas literarias que enriquecen los monólogos llevados a cabo en pantalla. Con un halo teatral ineludible. Pero que no resulta extravagante, sino que, por el contrario, le aporta belleza al filme.
No se encuentran giros narrativos sorprendentes. Ni una acción o iluminación impresionante. Pero merece la pena sentarse con los personajes a escucharlos. A sentir con ella y él. Desde una perspectiva más afectiva que racional. Pero sin dejar de lado la reflexión tan profunda que se plantea. Un alegato auto-crítico y revolucionario. Porque, aunque parezca que “hasta ahora todo va bien”, “lo importante no es la caída, es el aterrizaje” (El Odio, 1995).