‘La Bibliotecaria de Auschwitz’ o cómo huir del fascismo a través de los libros
Edita Adlerova o “La Bibliotecaria de Auschwitz”. A lo mejor, así, a bote pronto, este nombre no te dice nada, pero te diremos que su historia es capaz de conmover al más duro de los mortales. Edita siempre sintió un amor incondicional por la lectura. Los libros eran su pasión desde que fuera tan solo una niña en las calles de Praga. Podía pasarse horas y horas en los escaparates de las librerías hasta escoger los libros que le acompañarían por unos días. Solo duraban en sus manos horas, con suerte días, ya que la avidez con la que Edita los leía era pasmosa.
Cuando la vida se fue a negro y los nazis aplacaron los sueños, se aferró aún con más fuerza a sus libros. En pleno infierno, se convirtió en La Bibliotecaria de Auschwitz de la novela de Antonio Iturbe. Ahora, su historia nos llega reeditada en forma de novela gráfica a manos de Salva Rubio y Loreto Aroca.
Siempre hay un comienzo
Edita Adlerova, La Bibliotecaria de Auschwitz de Antonio G. Iturbe, sigue viva en la actualidad. Su vida contiene mil vidas en una, y a uno de esos fragmentos vitales, quizá el más duro y siniestro de todos ellos, tuvo los arrestos de enfrentarse Iturbe. El escritor encontró a Adlerova en la ciudad israelí de Netanya y allí se hicieron amigos. Gracias a sus recuerdos y a los escritos que había atesorado su marido, Ota B. Kraus por muchos años, el novelista pudo conocer los personajes reales y lugares que cobrarían vida en su novela.
Pero para conocer la historia real en la que se basa Iturbe, tenemos que remontarnos mucho más atrás en el tiempo. En concreto, hasta septiembre de 1938, momento en el que Adolf Hitler y sus Acuerdos de Munich se propusieron controlar los Sudetes, una serie de territorios de lengua germana que el dictador quería anexionarse erradicando, además, a los checos “no germanizables”. Estas personas pasaron a tener la consideración de pueblos inferiores o untermenschen, de igual forma que sucedió con los polacos, judíos o serbios.
El macabro plan incluía los campos de concentración ideados por Reinhard Heydrich. El primer paso sería delimitar espacios urbanos, guetos de concentración racial. Uno de ellos fue el gueto de Tezerín, la antesala de lo que vendría después. Allí enviaron a Edita Adlerova junto a sus padres cuando era tan solo una adolescente. Aunque Tezerín era la cara blanqueada del nazismo, empleada por Hitler para mostrar al mundo la mentira de que los habitantes de los guetos vivían en condiciones dignas, muchos fueron los que murieron tras sus cercados. Más de 30.000 personas fallecieron de desnutrición y enfermedades.
De Tezerín a Auschwitz. La infancia en el Bloque 31 y la mentira del BIIb
Parece increíble que pueda haber un lugar en el infierno con cierta clemencia. En Auschwitz ese lugar era el Bloque 31, conocido como el bloque de los niños, que tomaba forma de una especie de “escuela”. También estaba el experimento del Bloque BIIb. Edita y sus padres fueron a parar a este segundo y gracias a la habilidad lectora de la joven en varios idiomas, pudo ejercer de bibliotecaria durante su estancia en el campo en el bloque de los niños. Eso sí, a riesgo de muerte, ya que los libros estaban toralmente prohibidos allí.
En estos dos lugares, las prisioneras y prisioneros podían mantener sus ropas de calle, sin tener que vestir el consabido pijama de rayas. Tampoco se les afeitaba la cabeza; tenían trabajos menos malos, aunque el resto de sus condiciones de vida eran igual de deplorables que las de los demás presos. Pero ¿por qué se crearon estos espacios dentro del campo? No parece tener mucho sentido dentro de la maquinaria de muerte de Hitler. Pues bien, estos espacios servían al nazismo para blanquear su plan de genocidio de cara a la galería, especialmente ante las inspecciones de la Cruz Roja.
¿Por qué acercarse a la historia de la Bibliotecaria de Auschwitz a través de la novela gráfica?
Para todos aquellos que recitan frases como “prefiero el libro a la película”, no les convencerán mis argumentos. Pero vamos allá. Teniendo en cuenta que son formatos radicalmente distintos y que las historias deben adaptarse y reorganizarse en función de unas nuevas normas del juego, esta novela gráfica es una excelente forma de acercarse a la historia de Edita Adlerova y al resto de los personajes que habitan en ella como el inspirador y enigmático Fredy Hirsch, Ota B. Kraus o la maravillosa Margit.
Con un guion bien hilado, en el que se cuenta lo fundamental de la historia, conectarás sin duda con esta Edita dibujada desde el comienzo. El tratamiento del color es excelente. La gama cromática acompaña perfectamente cada fragmento de la historia y es capaz de transmitirnos las emociones que los personajes están sintiendo. Desde la calidez del hogar en una época familiar relativamente feliz, hasta los grises y la oscuridad que todo lo inunda en Auschwitz, pasando por el crecimiento personal de Edita con sus luces y sus sombras.
Si ya has leído la novela de Iturbe, encontrarás en esta novela gráfica un recuerdo en imágenes de lo más acertado y redondo. Si aún no lo has hecho, los dibujos de Salva Rubio y Loreto Aroca seguro que te empujan a acercarte y profundizar en esta historia imprescindible a través de las páginas de la novela.
El auge de los fascismos
Cuesta creer que después de tanto dolor en nuestra Historia reciente, los fascismos estén recuperando una vitalidad casi inesperada. La reciente coalición de Vox con el Partido Popular en mi querida Castilla y León, es un síntoma de una enfermedad que lleva tiempo queriendo enseñar la patita. Pendientes de los resultados de las elecciones francesas con una Marine Le Pen más fuerte que nunca, asistimos a las consecuencias de la creciente polarización en la hemos vivido durante la última década.
La maquinaria política encontró una clave certera: establecer una correspondencia calcada entre las identidades personales y las identidades políticas. De esta forma, el espectro político eliminaba la gama de grises para centrarse cada vez más en los blancos y los negros. Y así es como nos encerramos en nuestras identidades políticas y somos capaces de defender aquellas posturas que consideramos vienen de “los nuestros”, de nuestros colores. En esas identidades políticas se engloban asimismo los grandes temas: el aborto, la memoria histórica, la política fiscal, la diversidad sexual, etc. Eso sí, cuanto más emocional sea el tema, mejor que mejor. El relato se construye de forma tan sencilla y sin apenas matices que llega como un disparo para seguir polarizando a las masas.
De esta forma lo explica el periodista y analista político estadounidense Ezra Klein en su libro Por qué estamos polarizados: “Conforme nuestras muchas identidades se funden en una sola megaidentidad política, estas cuestiones viscerales y emocionales van aumentando y con ellas nuestra disposición a hacer cualquier cosa para asegurar que nuestro grupo gana”. Con el fallido asalto al Capitolio en enero de 2021, vimos claramente cuáles podían ser las consecuencias de la polarización. Ayer fue Trump, antes de ayer Franco, Hitler o Mussolini. Las manos en las que cae el poder, determinan la Historia y las historias de nuestras vidas. Tengamos esperanza, como Edita, nuestra bibliotecaria de Auschwitz.