‘La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana’: una mujer, las adicciones y un poco de Alfred Hitchcock
La nueva serie de Netflix creada por Hugh Davidson, Larry Dorf y Rachel Ramras sienta la premisa del argumento con su título, La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana. Una frase difícil de repetir y recordar. Tan enrevesada que roza lo cómico. Una sátira del cine de suspense que no termina de convencer.
La serie sigue la misma línea que el aclamado filme de Hitchcock La ventana indiscreta (1954). En este caso, la protagonista se encuentra sumida en una depresión. Anna, interpretada por Kristen Bell, dedica su vida al alcohol y las pastillas. Con su copa de vino en la mano, casi rebosando, observa a su nuevo vecino desde la ventana.
El nuevo arquetipo de las mujeres y las adicciones
En serie recientes como The flight attendant (HBO Max, 2020) o la española El desorden que dejas (Netflix, 2020) entre muchas otras, la mujer protagonista padece alguna adicción. Normalmente en relación con el alcohol. En la nueva serie de Netflix se repite el mismo arquetipo. En este caso la protagonista mezcla las pastillas con el alcohol. Una combinación de drogas que en algunos momentos puede jugarle una mala pasada. La línea que divide la realidad y las alucinaciones es muy fina. A lo largo de la historia cinematográfica se han perpetuado los arquetipos en torno a la mujer. En la actualidad, se encuentra un nuevo arquetipo asociado con las adicciones. Construyendo, además, una imagen normativamente masculina. Algo que también se ve de forma evidente en el personaje de la aclamada Mare of Easttown (HBO, 2021).
Respecto a la perspectiva de género, además, todo es heteronormativo. El protagonismo lo ostenta una familia blanca y de clase alta. Con algunas incursiones de personajes de otras etnias. Pero personajes secundarios relegados a un segundo plano. Entre esos personajes, la única figura más destacada es la de la Detective Lane, interpretada por una acertada Christina Anthony.
La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana: Una sátira del suspense de consumo rápido
El aspecto más original de la serie estadounidense reside en el tono cómico. En líneas generales el argumento encaja en el thriller psicológico y de suspense. Repitiendo fórmulas muy similares como las de La chica del tren (Tate Taylor, 2016) o La mujer en la ventana (Joe Wright, 2021). No obstante, esto queda nublado por el tono más satírico. Tono que se asienta con el detalle de la copa de vino de la protagonista Anna. Se observa desde el primer momento a la protagonista sentarse en un sillón a observar desde la ventana. Con una copa de vino llena hasta arriba. De este modo, se ridiculiza la situación de forma intencionada. Junto a estos detalles, se exponen secuencias y situaciones que rompen todos los esquemas de la audiencia que busca la resolución de un crimen al uso.
Por otro lado, el formato que se emplea es el de 8 episodios de 28 minutos. Una miniserie que encaja en la tendencia neoliberal actual de consumo rápido. Las novelas de suspense y las películas clásicas como las de Hitchcock se ven sustituidas por el modelo Netflix. Ya no hay recreación en las resoluciones. Ni en las construcciones de los personajes y su psicología. Del mismo modo que Anna se bebe su copa de vino en poco tiempo, la persona espectadora consume los episodios. Sin detalles técnicos sobresalientes, la serie se queda en unos minutos de entretenimiento. Sin embargo, la interpretación extravagante de Kristen Bell encaja a la perfección. Aunque en algunas situaciones parezca impostada, se lleva a cabo de forma voluntaria. Siguiendo la línea más cómica que incluso roza el absurdo.
El cliché argumental y la perpetuación de estereotipos
La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana, termina por ser una serie más. Que podría acabar relegada al olvido, del mismo modo que su impronunciable título. No obstante, el reparto acertado, junto al cameo final, podrían vaticinar incluso una segunda temporada. Dentro de las obras audiovisuales mainstream la serie no quedaría en mala posición. La trama fluye de forma sencilla, y mantiene en vilo a la persona espectadora. Añadiendo incluso alguna carcajada que ameniza el visionado.
El argumento, por el contrario, es repetitivo hasta rozar el cliché. Y construye además a una mujer arquetípica repleta de estereotipos. La mujer y madre, blanca de clase alta. Sumida en una depresión y por consecuente adicta al alcohol y los antidepresivos. La cual, además, se ve inmersa en una serie de situaciones detonadas por su inestabilidad.
Así como su irrefrenable obsesión por su vecino. La dependencia de la mujer hacia el hombre. Junto a la lucha entre mujeres por conseguirlo. Un argumento muy estereotípico y dañino, que se perpetúa de nuevo. Porque la inclusión de mujeres protagonistas puede que llene el cupo de paridad en pantalla. Pero la perspectiva de género no reside solo en los porcentajes.
La presentación y construcción de mujeres en pantalla rodeadas de este tipo de aspectos son desacertados y perniciosos. Y más cuando la serie se sitúa entre las 10 series más populares en España de Netflix en estos días.