‘Un hombre de paso’: Antonio de la Torre se sube a las tablas del Holocausto
La Sala Max Aub de Naves del Español en Matadero, presenta el 3 de febrero el estreno en Madrid del espectáculo Un hombre de paso, con dramaturgia de Felipe Vega a partir de la obra Un vivant qui passe, de Claude Lanzmann, y dirección de Manuel Martín Cuenca. La obra, que estará en cartel hasta el 20 de febrero, imagina el encuentro entre el escritor y pensador italiano Primo Levi y el antiguo miembro de Cruz Roja Internacional Maurice Rossel. Está protagonizada por Antonio de la Torre, María Morales y Juan Carlos Villanueva.
En el bar del hotel Roma, en la ciudad de Turín, una periodista habla con la redacción de su periódico mientras espera que aparezcan dos personas para hacer una entrevista de gran importancia. Entre las sombras aparece el primero de ellos. Se trata de Primo Levi (Juan Carlos Villanueva), escritor de reconocimiento mundial, químico de profesión y superviviente del campo de exterminio de Auschwitz. Levi viene a ser “testigo” de la entrevista que Anna (María Morales), la periodista, va a mantener con Maurice Rossel (Antonio de la Torre), de nacionalidad suiza y antiguo miembro de la Cruz Roja Internacional durante la Segunda Guerra Mundial.
Rossel visitó los campos de concentración nazis. Llegó a hablar con los oficiales al mando y con algunos prisioneros antes de emitir un informe que resulta, cuanto menos, polémico. La experiencia de ambos hombres, que estuvieron en el mismo campo, fue diametralmente opuesta. Uno tuvo el privilegio de visitarlo como observador y moverse con cierta libertad. Levi, por el contrario, vivió el horror de una de las experiencias más extremas y destructoras que el ser humano haya conocido jamás.
Un hombre de paso: el reencuentro
Tras su exitoso estreno absoluto en Sevilla, donde pudo verse del 27 al 30 de enero en el Teatro Lope de Vega, llega a Naves del Español en Matadero durante tres únicas semanas, Un hombre de paso. Un espectáculo que supone la alianza entre dos relevantes directores de cine, Manuel Martín Cuenca y Felipe Vega, con un actor sobresaliente, Antonio de la Torre. Una historia del pasado europeo más terrible: el del Holocausto. Tres nombres de reconocida trayectoria cinematográfica que ahora coinciden en un escenario teatral.
Manuel Martín Cuenca ha estrenado recientemente su última película, La hija, por la que ha sido nominado al mejor director en los Goya. Esta es su segunda experiencia teatral en la dirección después de Amor de mono, estrenada en 2010. Antonio de la Torre, que retoma aquí su carrera sobre las tablas, ha trabajado este año en el filme de Cesc Gay Historias para no contar. Ambos se conocen bien, pues Martín Cuenca le dio al actor el protagonismo en Caníbal y otros papeles en El autor, La mitad de Oscar y El tesoro.
Por su parte, Felipe Vega, que debuta con esta obra como autor teatral, estrenó su último filme en 2017. Fue el documental Azul Siquier, sobre el fotógrafo almeriense Carlos Pérez Siquier. Felipe Vega posee una filmografía muy personal con títulos como Mientras haya luz, El mejor de los tiempos o Grandes ocasiones.
En 2000, Vega ya abordaba la represión nazi en el cortometraje Cerca del Danubio, que evocaba la experiencia de dos supervivientes españoles en el campo de exterminio de Mauthausen. En Un hombre de paso profundiza aún más en aquel ominoso acontecimiento a través del oscuro universo de Auschwitz.
El cautiverio de Primo Levi
Sitúa su relato en un momento concreto (Turín, 1984) y en un único escenario (el bar de un hotel). Allí se encuentran tres personajes: dos reales, el escritor italiano Primo Levi y el antiguo miembro de Cruz Roja Internacional Maurice Rossel; y uno imaginario, Anna; una periodista que entrevista a Rossel a propósito de la estancia de este en el campo de exterminio de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo como representante de la organización humanitaria. Levi, químico de profesión, permaneció allí durante diez meses. Su cautiverio le marcó el resto de su vida. Sobre ello escribió en los libros autobiográficos Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados.
Un hombre de paso confronta pues dos experiencias radicales y opuestas: la de Levi como víctima y la Rossel como testigo. Un testigo al que la periodista somete a un asedio incisivo. Planteándole cuestiones que harán tambalear la moral de Rossel, quien da la impresión de banalizar esta experiencia. Parece no haberse enterado de mucho en sus visitas al campo, bien intencionadas pero vacías de resultados y contenido.
En palabras de Martín Cuenca
Según Martín Cuenca, el personaje de Rossel abre “un sinfín de preguntas y contradicciones sobre el papel de la memoria. Rossel dice no haber visto y no podemos saber si es que realmente no vio, no quiso ver o, quizás, se limitó a no ver”, explica el director. Vega ha escrito un acercamiento al Holocausto que permite ir un paso más allá en su reflexión “volviéndolo tremendamente contemporáneo”, señala. “¿Qué podemos recordar y por qué lo hacemos? ¿Cuál es el papel de la memoria? ¿Qué somos capaces de negar e imaginar? ¿Qué queremos recordar y para qué?” son algunas de las cuestiones que plantea esta obra.
El director de Un hombre de paso ha concebido una puesta en escena esencial, con un decorado casi inexistente, cuya atmósfera es creada mediante la luz.
Explica Martín Cuenca que si algo le atrae de dirigir teatro es “la posibilidad de desnudar la puesta en escena y convertir la obra en un retrato del cuerpo, la luz y el espacio a través de la emoción contenida de los actores. Como director, siempre he tratado de esquivar la mecánica y centrarme en la belleza de lo que se retrata. Una belleza que está contenida en el corazón y el rostro de los actores y actrices en el espacio. En esta obra, el espacio es el negro y la luz. Nada de un decorado costumbrista o pseudorealista. Todo lo que imagino tiene que ver con la abstracción”.
Un hombre de paso es una coproducción de EB Producciones, SEDA, Mansion Clapham producciones, Vania, ProduccionesOFF y Manuel Martín Cuenca.
Con dramaturgia de Felipe Vega a partir de la obra Un vivant qui passe de Claude Lanzmann. Dirección de Manuel Martín Cuenca, interpretada por Antonio de la Torre, María Morales y Juan Carlos Villanueva; con diseño de iluminación de Juanjo Llorens; diseño de espacio escénico de Laura Ordás y Esmeralda Ruiz; diseño de vestuario de Pedro Moreno y Rafael Garrigós y diseño de sonido de Miguel Linares.