Jan Kerouac: ‘Una chica en la carretera’ que es mucho más que la hija de Jack Kerouac
Una chica en la carretera fue la primera novela de Jan Kerouac, la hija del célebre autor de En el camino. Intensa, deslenguada y emocional, no desmerece para nada a la obra de su padre, y constituye una muestra de primera mano de la influencia beatnik en la subcultura hippy.
La famosa Ruta 66 da paso a un anárquico recorrido desde Nueva York al oeste de Estados Unidos, y descendiendo desde México hasta el ecuador.
Jan no es solo la hija Jack Kerouac sino también, se diría, de toda una generación.
Jan Kerouac. Baby Driver
Pasábamos casi todo el tiempo en la parte alta de la ciudad, en Central Park, o vagando sabe dios por dónde, contemplando las visiones provocadas con nuestras lentes barnizadas de negro. Yo podía ver realmente respirar a los árboles, blanqueando en brotes verdosos. Aceras tachonadas de letras (sopa alfabética semipreciosa) bailaban ante mis pies, formulando mensajes de trascendencia cósmica.
Una chica en la carretera
Una chica en la carretera (Baby Driver, en inglés) es una novela biográfica en la que se relatan las vivencias de su autora desde su infancia a finales de los años 50 hasta abril de 1970. Sus diecinueve capítulos se van alternando entre el recuento de su niñez y el tiempo presente, que abarca tres años.
Jan es la hija de uno de los autores americanos más reconocidos de su tiempo. Su madre, Joan, también es escritora, aunque no goza de la misma notoriedad y prosperidad económica. Malvive arañando dinero aquí y allá, divulgando historias acerca de su famoso marido, del que vive separada. Jan nunca ha visto a su padre, pero su sombra se cierne alargada sobre ella.
Ya desde muy joven, demostró ser una niña brillante. El adjetivo “precoz” se le queda corto. A la edad de doce años mantuvo su primer romance con Paul Orlov, un hombre diez años mayor, y consumía marihuana y LSD. Antes de esto, la madre de Jan había tenido otras dos hijas con un pintor de Missouri, las gemelas Katy y Susan. Tras su segunda separación, Joan regresó con sus tres hijas a una Nueva York que no abandonarían hasta tiempo después.
Aquí, la protagonista del libro se acostumbraría a vivir en una alternancia de miseria y prosperidad, demostrando unas dotes académicas sobresalientes y una tendencia natural hacia la dispersión. A los catorce años, de hecho, fue ingresada en el hospital psiquiátrico de Bellevue, donde sería tratada por su adicción a las drogas.
Pisando el acelerador
El tiempo me llevaba por delante de mí misma en una carroza, así que podía mirar continuamente hacia atrás, hacia el presente, y burlarme de él, sin quedar nunca del todo atrapada.
Una chica en la carretera
Una chica en la carretera comienza con Jan viviendo en Yelapa, México, con John, su primer marido. Es enero o febrero de 1968, y ella está encinta de otro hombre al que conoció después de su segundo ingreso en un correccional para mujeres. La vida es simple y pacífica en aquel pequeño pueblecito del estado de Jalisco. Sin embargo, el inesperado aborto de Jan significa el pistoletazo de salida de casi veintiocho meses de vagabundeo por gran parte del continente americano.
La joven pareja viaja a Ellensburg, ciudad del Estado de Washington donde reside Joan con su primer hijo varón, fruto de una relación con un tercer hombre. Desde ahí, Jan vuela hasta Santa Fé, acompañada esta vez por el mejor amigo de John, con el que mantiene un corto romance. Esta es tan solo una de las múltiples relaciones que ella mantiene al margen de su marido (igualmente promiscuo). De Santa Fé, Jan se mudó a Phoenix, camino de ida y vuelta que tomaría en varias ocasiones, la mayor parte de ellas a bordo de un Cadillac del 55 de color negro.
Resulta curioso que, a estas alturas, ella tan solo hubiese visto a su padre dos veces en su vida, y no hubiese leído todavía su obra más famosa: En el camino. Sin saberlo, Jan estaba repitiendo muchas de las conductas de Jack, vagando de un lado para otro, no instalándose en ninguna parte, desgastando rueda a través de polvorientas carreteras del árido oeste y sudoeste norteamericano.
Para sacar dinero, la díscola protagonista de Una chica en la carretera realiza pequeños trabajos para las distintas familias con las que se hospeda. Pronto, sin embargo, descubre lo fácil que es para ella sacarse un extra alternando en bares frecuentados por hombres de negocios. Esto le lleva a ejercer la prostitución de forma ilegal en Phoenix, permitiéndole costearse su lustroso Cadillac y su nuevo vicio: la heroína.
Pero nada dura demasiado en la truculenta existencia de Jan, ni para bien ni para mal. Tras haberse desenganchado, conoce a Ganders, un joven de temperamento artístico con el que llega a enamorarse. Tanto es así que le sigue hasta Oaxaca, iniciando un periplo sudamericano que le lleva hasta Guatemala, el Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, y Perú. Y después vuelta a empezar.
De tal palo, tal astilla
Lo leí en una noche, en vez de llamar pidiendo otro seconal. Y me encantó enterarme de que las pautas mentales de mi padre eran muy parecidas a las mías. Además, el saber lo que había estado haciendo durante todo aquel tiempo (viajando por todo el país), daba algo más de sentido al que no hubiera tenido tiempo para ser padre.
Una chica en la carretera
Una chica en la carretera es, en esencia, la crónica de una huida hacia delante. Jan Kerouac huye de sus raíces, de su pasado, de sus vicios, y, sobre todo, de sí misma.
También es una deconstrucción del movimiento hippy, en cierta forma, con sus luces y sus sombras. Jan es un ejemplo vivo de cómo la Generación Beat influyó en esta nueva subcultura a lo largo de los años 60 y 70. La filosofía oriental le produce fascinación, así como la astrología y demás pseudociencias. También la música y el arte, y cualquier cosa que suene a exótica y poco convencional. Igualmente, rechaza todas las normas sociales, sobre todo en lo que respecta al amor y al sexo. Jan incurre en unos amores tan teóricos, a veces, que se parecen mucho a no amar nada, y a menudo redundan en situaciones más bien sórdidas.
También está el asunto de las drogas, claro. Además de las ya mencionadas, la protagonista de la novela consume mezedrina, dextrometorfanhidrobromida, anfetaminas, etc., siguiendo, de nuevo, los pasos de su padre, aun sin saberlo.
Por otro lado, el libro está marcado por dos muertes, una al principio y otra al final. La primera es el aborto que ya hemos mencionado, y las segunda es tan literal como simbólica.
Pese a que todo esto sea cierto, Una chica en la carretera es una novela retorcidamente divertida, que se disfruta por su ausencia total de tapujos y su ritmo absolutamente frenético. Al igual que En el camino, no da tregua, saltando de una situación a otra con un deseo irrefrenable de continuar, continuar y continuar.
Iconografía pop
Jan Kerouac nació el 16 de febrero de 1952. Si bien su juventud estuvo marcada por la figura de su padre, en su adultez logró labrarse un nombre como escritora por sus propios méritos.
Una chica en la carretera vio la luz en 1981 y resultó ser la primera de tres novelas. Trainsong se publicó siete años después, y Parrot fever diecinueve, ya póstumamente.
Y es que Jan Kerouac murió demasiado joven, en junio de 1996, a causa de una insuficiencia renal, en Albuquerque, Nuevo México.
Pese a que su obra fue posterior, su temática y parentesco la engloban dentro de la Generación Beat y la convierten en una figura de culto para los fanáticos de su padre (entre los que me cuento).
Una chica en la carretera es su única novela publicada en español, y tan solo puede conseguirse de segunda mano. En octubre de 1982 fue traducida y publicada por la editorial Argos Vergara, en su colección Comodín. Su horrorosa portada parece anunciar una novela de amoríos, pero nada más lejos de la realidad.
Su calidad y relevancia en la cultura pop pide a gritos una reedición.
Hasta entonces, tendremos que disfrutarla así, tal y como está.