‘Masters of the Universe'(1987): un espadazo de nostalgia
Lear, Morgana y Galahad en Gryskull
La maldición fue instantánea. Cannon se había ido convirtiendo en una productora de culto durante la década de los ochenta del pasado siglo. No obstante, su incursión más ambiciosa fue la semilla de su futura caída. Masters of the Universe (1987) quedó asociada al principio de la decadencia, algo de lo que era mejor no hablar, el final de una era y un escaso éxito durante sus pocas semanas en las carteleras estadounidenses.
Sea como fuere, el tiempo ha ido cicatrizando las heridas. Lo que fue visto con acritud termina adquiriendo en el presente un tinte de afecto nostálgico. La simpatía que siguen despertando aquellas figuras de la compañía Mattel que supieron pulsar una tecla inédita dentro del público infantil.
Curiosamente, antes de que Mark Taylor y los otros diseñadores de juguetes lograsen dar con la gallina de los huevos de oro, su empresa dejó escapar un filón: licencias para figuritas de acción de la recién creada franquicia de Star Wars. De los fracasos se suele aprender más que del éxito. Una reflexión clave en esta historia.
A partir de ese instante, con una estética basada en las célebres portadas para fantasía heroica de Frank Frazetta, surgió una mística que incluyó enclaves como el mítico Grayskull o la fascinante Montaña Serpiente.
A diferencia de lo que suele acontecer, primero fue el merchandising y luego la mitología. He-Man y Skeletor fueron antes piezas de acción que un corpus ficticio claro. Dio igual, la fascinación que ejercían llevó a la serie animada de Filmation, otra reliquia del pasado que ha sido puesta en valor (y objeto de polémica) con la osada y atractiva puesta de largo a cargo de Kevin Smith.
Cuando se estrenó Masters of the Universe, aquella línea iniciaba su declive. Hoy, es de justicia recuperarla.
Masters of the Universe: Once Upon a Time in Eternia
Desde el principio, la productora Cannon fue consciente de carecer del presupuesto preciso para poder trasladar la fascinante Eternia (una mezcla de época artúrica con grandes adelantos tecnológicos) a la gran pantalla. Se escapaba de sus manos.
Edward R. Pressman, productor ejecutivo de olfato fino que recientemente había probado las mieles del éxito con Conan el Bárbaro, habría podido hacer algo distinto de haberse logrado involucrar a la Warner Bros.
De cualquier modo, con los materiales disponibles, se decidieron buscar fáciles pretextos para que He-Man y su corte de amigos tuvieran que hallarse en la Tierra.
El pastiche forzado mejoraría progresivamente cuando Pressman accediese a la insistencia para dirigir el proyecto de Gary Goddard, un hombre plagado de entusiasmo cuya reputación con atracciones del héroe cimmerio le hacían parecer idóneo para intentar suplir con creatividad allí donde no llegasen los dólares.
En la maravillosa monografía de Diábolo Ediciones de Jose Gracia, titulada El poder en tus manos, se nos revelan, al fin, en lengua castellana alguno de los entresijos de una producción plagada de dificultades. Pese a ello, una lectura atenta muestra que poco se le puede reprochar a un cineasta volcado en la iniciativa. Que hizo cuanto pudo con las herramientas de las que dispuso.
Se hizo un giro del status quo interesante (y que luego retomó la infravalorada serie He-Man 200x de 2002) al dar una victoria en los campos de batalla de Eternia a Skeletor. Quien lograba entrar en su codiciado Grayskull, haciendo prisionera a la venerable Hechicera (Christina Pickles).
De forma accidental, el grupo heroico de paladines, encabezado por He-Man, Man-at-Arms y Teela, lograban refugiarse en el planeta terráqueo para intentar revertir la situación, siendo perseguidos por las hordas de su adversario.
Masters of the Universe: El titán incomprendido y otras figuras
Dolph Lundgren daba el perfil físico perfecto para encarnar al ideal de belleza masculina y marcial que representaba el célebre muñeco de Mattel. Para el film, se obviaba su dulce versión como el príncipe Adam. Estando todo el metraje convertido en el guerrero más poderoso del universo, como modestamente se le presentaba en los títulos de crédito de los dibujos animados.
Además, la productora quería aprovechar la popularidad de la que gozaba el artista sueco, sagazmente descubierto por Sylvester Stallone para Rocky IV (1985), donde su colosal presencia daba vida al malvado y casi indestructible Iván Drago.
Lejos del tópico, Lundgren era una persona muy formada, ducho en varios idiomas y excelente para las coreografías de acción. Su talón de Aquiles se encontraba en su acento. Algo que no tenía la menor importancia en la saga boxística del Potro Italiano, pero que aquí se convertía en un hándicap considerable al tener mucho más texto.
Lillian Glass fue la encargada de pulir su pronunciación, destacándose el esfuerzo de ambos en la tarea, aunque habría precisado de mayor tranquilidad para que ello tuviese un resultado más cohesionado en el metraje. Con todo, se trataba de una estampa reconocible para la comunidad de fans. Al igual que Chelsea Field y Jon Cypher resultaban lo suficientemente creíbles como Teela y su fiero progenitor.
Otras modificaciones por abaratar costes despertaron controversia: el inefable Orko y sus trucos mágicos fueron reemplazados por Gwildor (Billy Barty). Un pequeño y genial inventor que, sin pretenderlo, había facilitado a Skeletor una fuente de gran poder con la que moverse entre dimensiones y arrasar el tablero.
De igual forma, aunque había villanos reconocibles como Evil-Lyn o Beastman, se crearon nuevos vasallos para Skeletor, siguiendo los dictados de Mattel que quería aprovechar la ocasión para lanzar nuevas figuras al mercado.
Heavy is the Crown
Fue una imagen pesadillesca para Mark Taylor durante muchos años. Aquel cadáver en una casa del terror debió permanecer en su subconsciente. El miedo es uno de los motores de la supervivencia del ser humano, también de los más aterradores.
Sea como fuere, hay un momento mágico en el cual una persona puede usar esa emoción a su antojo, un aprendizaje de las flaquezas. El diseñador colocó a su pesadilla una capucha y un bastón de mando con una cabeza de carnero que habría hecho las delicias de Goya: Skeletor estaba allí.
Por contradictorios que fuesen sus orígenes en los mini-cómics que se comercializaban con los juguetes o que incluso un especial navideño de la serie animada le volviese bueno, pronto Skeletor se convirtió en el villano favorito e indiscutido de He-Man. De cualquier modo, llevarlo a pantalla grande resultaba engorroso, ¿qué buen actor aceptaría permanecer irreconocible y enmascarado?
La respuesta iba a ser tan inesperada como una bendición. Frank Langella, el hombre que el fin había dado un toque seductor a Drácula en el séptimo arte, se hallaba interesado por esa oportunidad. Su hijo Alexander tenía devoción por aquellos dibujos de Filmation y su padre quería asociarse con aquel antagonista.
Goddard no dudó en aprovechar ese entusiasmo dándole plena libertad. Al guión de David Odell se incorporaron algunos soliloquios shakesperianos. Con una intuición asombrosa, Langella se dio cuenta de que el argumento de la película le había dado a Skeletor lo que más ansiaba: Grayskull. ¿Qué le queda al señor del mal una vez logrado? Soledad, hastío y una extraña satisfacción cuando descubra que su némesis sigue viva.
Son los momentos más fascinantes del film, especialmente cuando Langella se asocia con Meg Foster (Evil-Lyn). De repente, parece que Grayskull hubiera sido invadida por El rey Lear.
Masters of the Universe: Pequeñas joyas
Si bien Kevin Smith y su equipo han demostrado que se pueden seguir algunas de las líneas maestras de Canción de Hielo y Fuego para llevar por nuevos derroteros a los personajes de Eternia en Masters of the Universe Revelation, los rigores censores con los programas infantiles en la administración Reagan daban poco lugar a excesiva oscuridad en sus parajes.
Pressman podría haber hablado de cómo una buena dosis de violencia sazonada con espada y brujería permitió al Conan de John Milius triunfar en cartelera. De cualquier modo, ni Mattel ni Filmation podían permitirse que la comunidad adulta se cuestionase que aquellas figuras de gran tamaño que lanzaban a los stands no fuesen apropiadas para su prole.
Con la mejor predisposición, William Stout fue el encargado de convertir Grayskull en uno de los escenarios más gigantesco de aquella época en los platós norteamericanos. De la misma manera, el siempre eficaz Bill Conti halló marchas pegadizas para la película. Destacando la música que acompaña las irrupciones de Skeletor, siempre recibidas como agua de mayo por la audiencia.
Siguiendo los rigores del mercado, se incluyo a una pareja adolescente en crisis (personificada por Robert Duncan McNeill y Courteney Cox, quien luego saltaría al estrellato con Friends) que ligaría sus destinos a la compañía de He-Man. Ello no fue óbice para que Goddard se las ingeniase para dejar algún momento meritorio.
Durante muchos episodios, los siervos de Skeletor habían sido apalizados sin excesivo miramiento, además de mostrar pocas luces. El marco de medirse con simples humanos hizo a Beastman y cía poder lucirse durante el asalto al instituto de los muchachos, en una escena nocturna bien hilvanada, con gran acompañamiento de Conti y que presenta toques de buen terror adolescente.
Last Witch Standing
Hay algo en Evil Lyn que siempre ha funcionado. No tiene nada de extraño que Kevin Smith haya prometido que la segunda mitad de Masters of the Universe Revelation vaya a centrarse en la mejor hechicera a las órdenes de Skeletor. Tampoco sorprende que su dobladora sea Lena Headey, inolvidable Cersei Lannister y también Sarah Connor para la televisión.
Esa condición de primer inter pares dentro de los acólitos de la Montaña Serpiente es visible en la presencia de Meg Foster, quien funciona como el verdadero mariscal de campo del brujo, bastante por encima del resto de esbirros. En sus diálogos con Skeletor siempre hay un deje de atracción y traición, como si ambos supiesen que, en caso de tener éxito, uno de los dos estaría abocado a destruir al otro.
Pese a las múltiples dificultades de rodaje, la ambición de hacer una secuela siempre estuvo allí. Una que, observado el final, parecía reservar un papel importante para Evil Lyn, la primera en comprender que la mente de su señor no está preparada para asumir los poderes divinos que el Camelot eterno le otorga merced a una conjunción astral única.
En una cinta abocada la infantilización, su mirada cargada de sadismo ante los latigazos recibidos por He-Man o su forma de manipular al personaje de Courtney Cox son otros dos oasis donde los revisionados de esta curiosa pieza de serie B pueden reposar tranquilos.
Actualmente, nuestro conocimiento sobre el proceso creativo detrás de esta galería de antagonistas se ha multiplicado con joyas como el programa The Toys That Made Us o el interesante documental Por el poder de Grayskull (2017).
Teniendo en cuenta que Mattel siempre quiso que He-Man fuera su Galahad, no es descabellado imaginar que Morgana ande detrás de Evil Lyn.
Masters of the Universe: I have the power
El inflexible rostro de James Tolkan, inolvidable señor Strickland en la trilogía de Regreso al futuro, es otro nexo de unión en Masters of the Universe, el testimonio de que el polémico film de la Cannon también fue partícipe de aquella fiesta sin freno para el celuloide que supusieron los ochenta.
En esta ocasión, Tolkan vuelve a ser una figura de autoridad: el inflexible detective Lubic, un agente de policía que se piensa lo peor cuando observa los extraños sucesos que están ocurriendo en su apacible vecindario norteamericano que habría hecho las delicias de Smallville.
Con todo, al final, la fórmula siempre debía terminar con la mítica frase “I have the power!”, el habilidoso lema de la compañía Mattel para provocar que hordas infantiles sintiesen que aquellos juguetes y escenarios eran su parcela privada, lejos del control adulto. Lundgren trabajó mucho con Anhony De Longis para hacer interesantes coreografías de espadas auspiciadas también bajo el mítico Walter Scott, uno de los mejores responsables de dobles en aquellos momentos para la industria.
En un film siempre encorsetado por el presupuesto, Goddard se sintió más que satisfecho con la versatilidad exhibida por De Longis, puesto que también encarnó a Blade, sin relación con el mítico cazador de vampiros Marvel, otro de los adláteres de Skeletor que no tenía contrapartida en la serie de animación.
Fieles a la tradición, el largometraje tuvo su adaptación al cómic el mismo año de su estreno, responsabilidad de Ralph Macchio, George Tuska y Mike Zeck. Ello sirvió para observar algunos de los diseños originales del storyboard, obligados a transformarse por las circunstancias. Ello fue particularmente arduo para Tony Carroll (Beastman), afectado por constantes golpes de calor debido a las altas temperaturas de su traje.
Masters of the Universe: Preternia
Dos de los conceptos más atractivos utilizados en la franquicia de He-Man son los de Subternia y Preternia. La primera correspondería con un equivalente al Hades de los antiguos griegos, el lugar donde moran las almas de los mortales ya fallecidos. El segundo podría corresponder, aproximadamente, con un equivalente al Valhalla de la mitología nórdica.
Con sus innumerables defectos y carencias, hace ilusión pensar que Masters of the Universe tiene un pequeño rincón de ese trozo del paraíso, quizás compartiendo estanterías de la videoteca con Flash Gordon (1980) Wilow (1988), entra otras. Piezas que, por encima de todo, lograron hacer soñar una generación con prodigios imposibles.