‘La Pequeña Ladrona’ de Truffaut y Miller
En La Pequeña Ladrona Janine vive con sus tíos en una región rural de Francia, en 1950 y poco. Bajo la cama, esconde una montaña de ropa, cartones de tabaco, y demás objetos que ha ido robando por ahí. Nada permanece a salvo de sus dedos largos. Como te descuides, ni siquiera tu corazón.
Un artista llamado Truffaut
La historia tras La Pequeña Ladrona (1988) no deja de ser curiosa y un poco triste. Escrita por el célebre guionista y director François Truffaut, iba a ser dirigida por él mismo, pero la desgracia le llegó justo antes en forma de tumor cerebral. El proyecto pasó a manos de Claude Miller, asistente habitual de Truffaut que había alcanzado el éxito por su cuenta con Bajo Custodia, un thriller psicológico galardonado con un Premio César en 1981.
El film fue estrenado en Francia en diciembre de 1988, y Miramax se encargó de su distribución internacional menos de un año después.
Miramax
Si uno escribiera en una pizarra los casi trescientos títulos producidos o distribuidos por Miramax Films entre principios de los años 80 y los 2000 y lanzase un dardo al azar, tendría casi garantizado acertarle a un peliculón.
Y es que la productora de los hermanos Bob y (el apropiadamente denostado) Harvey Weinstein fue, durante este tiempo, sinónimo de calidad y de espíritu indie. Suyas son películas de autor tales como Juego de Lágrimas, El Pianista, Clerks, El Indomable Will Hunting, Cinema Paradiso… y Pulp Fiction, que no sé si os sonará.
La Petite Voleuse
Protagonizada por una Charlotte Gainsbourg con 17 años recién cumplidos, La Pequeña Ladrona cuenta la historia de Janine Castang. Corren los años 50 y Francia sigue todavía bajo los ecos de la Segunda Guerra Mundial. En estas, Janine lidia con los problemas propios de la adolescencia, las ganas de huir de un entorno familiar hostil, y su propia propensión morbosa al hurto.
La historia sigue a su protagonista intentando abrirse paso en la vida como puede, experimentando con el sexo y sus emociones. Charlotte Gainsbourg se echa la película a las espaldas con su interpretación de Janine, a la cual insufla de una gran ternura, erotismo, y un marcado sentimiento de soledad. El personaje es un juguete roto, un hermoso desastre que, en su cleptomanía, acaba por robarse también las afecciones del espectador.
La Pequeña Ladrona constituye el retrato de una mujer en busca de su propia identidad, con las facciones delicadas, la mirada triste, y una leve sonrisa desafiante. La película entera está imbuida en una atmósfera que tiene algo de daguerrotipo, de foto de nitrato de celulosa, que provoca una suerte de nostalgia y refleja el ánimo de la propia Janine.
Nunca sabremos cómo habría resultado de haberla dirigido Truffaut, pero La Pequeña Ladrona está a la altura de su legado. Es otra joyita, de tantas, distribuida por Miramax.