Entrevista a Susanna Inglada: El dibujo sale a escena
Había una vez una niña que vivía en un pequeño y bonito pueblo rodeado de amapolas llamado Banyeres del Penedès. Esa curiosa niña tenía una sensibilidad muy especial que el dibujo ayudó a canalizar. Se convirtió en su pasión y el lugar más seguro en el que estar. Esa niña se llamaba Susanna Inglada.
Cuando creció lo tuvo claro, estudió Bellas Artes. Además, sus inquietudes artísticas la llevaron a estudiar teatro, demostrando que su sensibilidad no se limitaba solo al dibujo.
Continúo formándose como artista en Rotterdam y allí pudo desarrollar su profesión. Inglada cursó un máster especializado en pintura en el Frank Mohr Institute de Groningen. Participó en un programa de mentoría con Charlotte Schleiffert, con el apoyo de Mondriaan fonds y Cultuur+ondernemen, y ha cursado estudios avanzados de investigación en artes visuales en el HISK de Gante.
Ha expuesto en los Países Bajos, Alemania, Francia, Italia, Bélgica, México, California y España.
La obra de Susanna Inglada no deja indiferente a nadie. Cuando paseas como espectador entre su obra, comienza el viaje. Comienzas a cambiar. Diferentes sensaciones y pensamientos golpean con fuerza las puertas de tu conciencia para que los dejes entrar.
La vida está llena de injusticias y la obra de Susanna quiere que pienses sobre ellas. Que al menos le des un par de vueltas. Que cuando te vayas de una de sus exposiciones, además de sentirte abrumado por su envolvente composición, su gran tamaño y la fuerza de sus dibujos y personajes, también salgas pensando en la sociedad en la que vives.
Colorín colorado, el cuento de esa niña de Banyeres está lejos de haber acabado.
Hablamos con Susanna Inglada
– ¿Qué encuentras en Holanda que no tenga España para poder trabajar y vivir del arte?
Aquí hay muchas más oportunidades para mi profesión. Ese es el motivo por el que me quedo.
Vine a Holanda de Erasmus y me di cuenta de que había muchas posibilidades en las artes visuales, pero solo con el Erasmus era muy difícil que pudiera entrar en un círculo artístico. Pensé que venir aquí y hacer una maestría en pintura me ayudaría. Así fue.
Hay una cosa que me sorprendió mucho de Holanda. Una vez acabas un máster o la carrera de Bellas Artes, cuando te gradúas, las galerías van a la caza de talentos. Se hace una exposición final y muchos de esos artistas ya empiezan a trabajar o a colaborar. Eso no lo he visto en España.
Cuando acabé la maestría, una galería pequeñita me pidió una exposición. Allí conseguí algo de visibilidad. Luego, la Fundación Mondriaan Fonds me becó como joven talento. Al final de la beca había que hacer una exposición en una feria, lo que te da mucha visibilidad. Además, ese año, un museo de Róterdam quería seleccionar a un artista de esa exposición y tuve la suerte de que de los 70 que éramos, me seleccionaron a mí.
Hice una exposición en solitario en ese museo, lo que me dio aún más visibilidad y a partir de ahí comenzaron a salir muchas más exposiciones. En ese momento comenzó la rueda a girar y desde entonces no ha parado.
Hay una cultura de compra de arte, de arte joven, que no veo en España.
Estuve un par de años en Bélgica y allí hay muchos comisarios de arte jóvenes que pasan por las residencias artísticas directamente a comprar obra. Eso no ocurre en España. No hay esta cultura coleccionista.
En Holanda existe, pero donde está más fuerte es en Bélgica y Alemania.
– ¿Para cuándo Berlín?
Quiero ir (risas). Quiero pedir alguna residencia allí. Me muevo mucho por residencias, dan muchas oportunidades. Puedes desarrollar un proyecto, exponer, conocer a los artistas locales… Estuve en Leipzig y fue muy guay, pero no es lo mismo…
– ¿Te gustaría retomar tu faceta de actriz?
Mmmm… no sabría qué decirte. Irme fuera y el idioma ha hecho que me vaya alejando de eso. Lo que he hecho, es incorporar el teatro en mi obra. Los dibujos se transforman en escenografías teatrales.
Cada exposición es como una escena teatral. Creo personajes para cada una de ellas.
Hecho un poco de menos el teatro, pero ahora mismo no me veo, la verdad.
– ¿Qué cara de la sociedad podemos ver reflejada en tu obra?
Mi obra habla de temas sociales y políticos, pero de forma indirecta. Me gusta hablar de injusticia social, abuso de poder, temas de género, la crueldad o la violencia. Las partes más oscuras de la condición humana.
– Tu técnica favorita es el dibujo, pero, ¿con qué te gusta más dibujar?
Me gusta cambiar todo el rato, no puedo escoger una porque si no me aburro. No puedo estar todo el rato con la misma técnica, me gusta el factor sorpresa que ocurre cuando mezclas cosas e improvisas.
Si hago lo que vende no hago lo que quiero. Así que hago lo que siento.
Susanna Inglada
– ¿Dónde está el límite de tu obra?
No lo veo (risas). Hasta hora es el agua con el papel (risas). Qué difícil… Lo que yo hago es ponerme restricciones, por ejemplo: la paleta de colores, eso podría ser un límite.
El espacio que voy a usar podría ser otro de los límites. Cuando trabajo, normalmente alguien me ofrece un espacio y desde ese espacio es donde empiezo. Así que el espacio también está lleno de límites.
A veces hay alguno de mis personajes que sale mucho, y pienso, ya no vas a salir más.
La repetición puede ser muy interesante, pero otras veces es mejor sacarla. Ponerla de lado.
– Ahora estás experimentando con la animación ¿Qué tal este nuevo medio?
Es muy diferente, la manera de trabajar la narrativa es completamente diferente a como la trabajo con los dibujos instalativos.
Los dibujos instalativos son estáticos y lo que hago es invitar al espectador, que para mí es el protagonista de la escena, que se mueva por la escenografía. De esa forma, el espectador es el que crea el ritmo de la narrativa.
Con la animación es diferente. Una sola imagen y todo pasa ahí. Bueno, puedes colocar en el espacio diferentes imágenes que puedan tener cierta conexión, pero es otra manera de trabajar la narrativa.
En mi última exposición, en Ámsterdam, mostré algunas obras de animación en un rinconcito, como si fuera el backstage del teatro, y la verdad que la gente estaba animada, les gustó. Estoy comenzando a encontrar resultados.
– ¿Cómo te va en tu residencia de cerámica?
Muy bien, la verdad. Me gustaría trabajar en espacios públicos y en festivales. Y para eso tenía que encontrar un material más resistente que el papel.
Aunque el papel es mi pasión, no es muy resistente al clima. Así que en la búsqueda de un material en el que poder transmitir mis dibujos, la cerámica ha resultado uno muy interesante.
Busco un tipo de escultura que la veas y pienses que la ha hecho un dibujante. He hecho un relieve con láminas de barro muy finas, como si fuera papel y estoy contenta con los resultados que voy teniendo.
– ¿Qué atributos tiene para ti el arte?
Para mí, el arte tiene que ser directo. Visualmente, tiene que entrar a la primera. Que algo te llame la atención y quieras saber más. Me parece muy importante el impacto visual. También me interesa mucho el arte que tiene algo que decir sobre temas sociales y políticos. Que sea original siempre es interesante. Me gusta cuando algo te sorprende.
Que te cuestione mucho también es importante. Que te haga pensar en algo que esté pasando. Crearte la necesidad de hablar sobre lo que ves en la exposición, aunque sea con otra persona que no piense como tú.
– ¿Qué sensación da hacer obras tan grandes como las tuyas, obras de gran tamaño?
Es una sensación rara. Es algo que necesito hacer, me gusta hacer obra grande. Cuando lo estoy haciendo tengo dudas y una vez la acabo me siento orgullosa, pero rápidamente comienzo a sentirme vacía. No sabes qué hacer porque lo has dejado todo ahí.
También deja una sensación rara. La conexión con la obra cambia, a veces me da la sensación de que no la he hecho yo. En plan, vale ya está, ahora a otra cosa.
Nunca he tenido hijos, pero es algo rollo, venga ya sois grandes, emancipaos (risas).
– ¿Cómo se comercializa una obra de ese tamaño?
Cuando realizo estas obras, no pienso en venderlas en ningún momento, es como que las tengo que hacer y las hago. Si hago lo que vende no hago lo que quiero. Así que hago lo que siento.
Estas instalaciones son para exposiciones en galerías y museos. La instalación en sí pocas veces se vende, pero muchas se comisiona, te pagan por hacer la obra. Cuando expongo también hago una obra más pequeña y vendible que acompaña a la instalación.
Ahora he vendido dos obras en un museo de Holanda y una es una obra que nunca habría imaginado que se vendería, ¿quien la ha comprado? Un museo. La tienen en la colección y la pueden poner de vez en cuando. Ese es un buen lugar para mis obras.
Aunque algún coleccionista me ha comprado, colocar una de mis obras en una casa es difícil. Supongo que quien me ha comprado es porque tiene una colección grande y mi obra la tienen archivada.
Hay algunas instalaciones que no se pueden vender si no se venden completas, pero hay otras que dejo que se fragmenten. Suelen ser instalaciones que son para una sola exposición. En ese caso puedo vender fragmentos que pueden funcionar solos.
– Háblanos de tus nuevos proyectos.
Ahora tengo una exposición en Bruselas que está genial, porque es un solo. Me gustan mucho las ferias que son presentaciones en solitario de cada artista. Y luego, en octubre o noviembre tengo otra aquí, en Holanda, en la que lleno un museo. Es la primera vez que lleno un museo.
– ¿Qué sueños te quedan por realizar?
¡Tengo muchos! Quiero ir a Nueva York, hacer una residencia o hacer la producción de una obra allí sería perfecto. También me gustaría ir a Berlín, a Londres, que tiene una escena artística que me interesa bastante… No sé… ¿Quizá actuar? (risas).
Me gustaría tocar un instrumento, me gustaría cantar…
Hay otro sueño, que quizá sea el más grande. Volver a Barcelona y tener un estudio allí. Volver a casa es un sueño.
Cuestionario Furioso de Susanna Inglada
Película favorita: La vie d’Adèle (2013) de Abdellatif Kechiche.
Serie favorita: Queen’s Gambit.
Libro favorito: Una habitación propia de Virginia Wolf.
Cómic favorito: Maus de Art Spiegelman.
Cantante, grupo o músico favorito: Wand rock psicodélico de L.A.
Artista plástico favorito: Goya, especialmente en los Desastres de la guerra y Nalini Malani.
Miedo tecnológico: Que dejemos de pensar (risas). La dependencia tecnológica me da miedo.
- Foto de portada por Saskia Hardus