‘1976’, de Manuela Martelli: la osadía de ser mujer en el Chile de Pinochet
Este viernes llega a los cines 1976, el fantástico debut de Manuela Martelli al largometraje. Una película autoral e íntima sobre Carmen, una mujer de clase alta que mientras reforma en 1976 la casa familiar de la playa, se siente atraída y atrapada en un peligroso entuerto socio político.
1976 está inspirada en la historia de su propia abuela: “Descubrí que mi abuela se había suicidado. Mi madre y algunos parientes de la familia lo explicaron como el resultado de una fuerte depresión, pero para mí la sensación de misterio que había sentido todo el tiempo no tenía que ver con el suicidio en sí, sino más bien con la curiosidad de esta ama de casa que nunca se conformaría con ser simple y únicamente ama de casa. Esto dibujaba el contorno de un personaje que querría observar.”
Esa curiosidad de la que habla Manuela es la que tiene Carmen, la absoluta protagonista de 1976, interpretada de forma magistral por Aline Küppenheim. Una actriz con la capacidad de transportarnos a sus profundos pensamientos y emociones con tan solo una mirada.
1976, es un drama que se transforma en un thriller asfixiante en el que casi puedes tocar el peligro. Una historia sobre una mujer a la que la curiosidad le lleva a caminar por lugares totalmente desconocidos y oscuros para ella.
Carmen no es consciente de lo que está haciendo. Su adrenalina la mueve hacía lo prohibido e ilegal de un momento en el que un dictador como Pinochet lo veía y escuchaba todo.
1976: el mar lo devuelve todo
La película de Manuela Martelli tiene un comienzo maravilloso.
Las manos de una mujer sujetan un libro de viajes. Sin verla, escuchamos cómo Carmen le da indicaciones a un hombre. Descubrimos que ese hombre mezcla pintura buscando el color que ella necesita. Escuchamos gritos y disparos. Unas gotas de pintura caen en el zapato de Carmen.
La gente, en un primer momento asustada, vuelve a la normalidad. Ella sale a la calle a ver qué ha ocurrido. Todo está en calma. El hombre le lleva la pintura a su precioso coche. Debajo del coche, pero cerca de la puerta del conductor, Carmen encuentra el zapato de una mujer. Un zapato viejo y gastado. Vemos su zapato, nuevo y brillante, manchado de pintura.
Esas escenas muestran claramente lo que nos vamos a encontrar en 1976. Carmen es ese zapato nuevo y brillante que se mancha con un par de gotas de ese color cálido y especial que surge de mezclar rojos con azules.
Carmen es una mujer que colaboró con la Cruz Roja en los 40, y que, ahora, católica y casada con un prestigioso médico, vive de forma aburguesada. Sin trabajar, leyendo cuentos y con la única preocupación de cuidar y reformar la casa familiar de la playa. Carmen no está hecha para eso.
Un día, el padre de la iglesia le pide ayuda. Ha socorrido a Elías (Nicolás Sepúlveda), un joven con una terrible herida en la pierna. Carmen accede. Desde ese momento, su vida dará un giro de 180º. La calma tensa de una ama de casa que recibe la visita de sus hijos y nietos, esconderá los secretos viajes de una mujer con ganas de aventurarse hacia las oscuras fauces del diablo.
Una mujer que descubrirá que las olas del mar lo devuelven todo.
Manuela Martelli: su crítica y bella mirada
La primera película de Manuela Martelli es una obra misteriosa cargada de detalles y belleza. Con ritmo lento, nos introduce poco a poco en la vida de Carmen, una mujer tan preocupada por el color de las paredes de su salón, como por el bienestar de un joven rebelde. Tan preocupada por la tarta de cumpleaños de uno de sus nietos, como por la posibilidad de un cambio político en su país.
En 1976 Martelli es crítica con su país y con sus ciudadanos. Desde la boca de sus personajes escuchamos que definen a Chile como un país triste y a los chilenos como una sociedad débil y perezosa. Pero Carmen no es así, es precisamente todo lo contrario.
Carmen es color, fuerza y valentía. Pero en el Chile de 1976, esos atributos viven sometidos de una forma brutal. Su valentía se sostiene gracias a su extrema curiosidad y la protección de su fe cristiana. Es una valentía culpable. Carmen es una mujer excepcional, inteligente e interesante. Pero vive como florero de un médico que es incapaz de mirar más lejos de la punta de su nariz.
Ella tiene profundos deseos, con otros hombres, profesionales y de vida. Pero la religión, una sociedad profundamente machista y patriarcal y vivir bajo el yugo de un criminal como Augusto Pinochet, ponen freno a todos sus impulsos.
1976: la pasividad, el mal congénito del ser humano
Martelli escribe junto a Alejandra Moffat, un guion delicioso, para degustar poco a poco. Un guion en el que los silencios son tan importantes como sus palabras. En los silencios de 1976 pasan muchas cosas. Cuando Carmen calla, es cuando más nos habla.
Porque la vida no es fácil. No lo fue en 1976 en Chile, ni lo es ahora. La valentía, la convicción y el impulso, son emociones que en literatura solo suelen tener un color, pero en la vida real están llena de matices.
En 1976, Martelli nos muestra esos matices. Nos enseña cómo la fragilidad de pertenecer a una clase o a otra nos puede llevar a la muerte o a un simple aviso. Cómo cambia la mirada cuando se hace desde arriba o desde abajo. Porque sí, vivimos en sistemas políticos y sociales de diferentes alturas. Sistemas gobernados por hombres que sitúan la mirada de la mujer un palmo por debajo de la suya.
Vivimos en una sociedad que grita mientras mira hacia otro lado. Que grita desde la comodidad. Que grita por gritar. Una sociedad pasiva que ha hecho callo por todas las pisadas que soporta. Pasiva, frágil y cobarde. Una sociedad maleable, desdibujada y enferma.
En 1976, las contradicciones de la sociedad que vemos a través de los ojos de Carmen son tan opuestas como una salada lágrima sobre un dulce pastel.